"Cuando
vuelva la felicidad, haré como si nada. Simularé no darme cuenta, como alguien
que es capaz de vivir sin ella, que aprendió a hacerlo y está bien así. Cuando
vuelva la felicidad, no le diré nada. Fingiré no verla y ya está. Igual que,
mientras estudiaba, sentía que te movías por tu habitación, oía la radio
difundir su música suavemente, aunque no hacía caso porque pensaba que era una
nimiedad. La felicidad era eso, pero yo no lo sabía. A veces, en el silencio me
parece advertir ruidos al otro lado de la pared y aguzo el oído. Pego la oreja
a la pared y escucho. En mi lado sólo el vacío, en el tuyo tu ausencia. Y
vencen siempre: dejo que me aniquilen con el poder de las cosas invisibles.
Cuando vuelva la felicidad, podrá incluso echarse a gritar, pero no permitiré
que me engañe. Cuando era niña me acostabas y luego entornabas la puerta. Oía
que la abuela te preguntaba «¿Se ha dormido?», y tú le contestabas: «Sí, estaba
cansada. Se ha pasado el día jugando. —Y añadías—: Si mañana hace buen día la
llevaré al parque.» La llevo a la playa, la llevo conmigo. Hasta el fin del
mundo. Siempre. Para siempre. Voces procedentes de otra habitación. Luego me
dormía. La felicidad no era un grito, sino un susurro velado.
Debo
recordarlo, a pesar de que sé que nada volverá a ser como antes, que nada
vuelve a ser idéntico a sí mismo. Ese quedo susurro es la única felicidad que
conozco. (…)
Quizá llega
un momento en que todo se resquebraja y luego, poco a poco, se rompe: mi abuela
riéndose en el garaje; la lluvia dentro de tu habitación; un objeto que creías
perdido y que retorna. Y, al final, también tú te conviertes en algo distinto,
aunque de algún modo más exacto. Ya no eres el pensamiento constante que duele,
sino el hecho inesperado que nos sorprende y libera. No hemos puesto el
paraguas en tu habitación, sino bien a la vista en un rincón del recibidor. Lo
hemos colocado de pie, y resplandece de algo que ya no conseguíamos ver."
*Fragmentos sacados del libro La lluvia en tu habitación, Paola Predicatori.
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