Te miré por el rabillo del ojo, evitándote, siéndote
indiferente. Caminaste, todo alrededor era una nimiedad, algo difuso, como una
cámara cuando está desenfocada. Enfoco. Me voy. Pienso y desaparezco.
¿Y qué hay de mí? Sé que soy sólo un macro con demasiado
zoom, imposible de notar, imposible de pensar. Pero en toda esta gigantesca
utopía me pongo de rodillas y pienso que por favor, por favor algún día algo sí
pueda ser una realidad.
El corazón acelerado, las manos temblorosas, los golpes al
suelo con un pie que no se puede parar porque está en modo repeat. Las ganas inmensas de estar en alguna de tus neuronas, al
menos por cinco segundos. Menos de cinco segundos y yo podría ser feliz. Podría
sonreír.
Y en el fondo la música, el motor de un auto, un perro
ladrando, el pitido de una tetera hirviendo, tres risas al unísono y mi sangre
bombeando como nunca.
El abismo que nunca llegó me despierta.
¿Qué era antes de
esto? ¿Fui algo más, algo diferente? Me pregunto si la gente mirará a tu
ausencia mientras camina o soy sólo yo. Soy un vacío perdido, un vacío sin
rumbo, soy lo patético, lo frenético, lo ridículo y aun así, con tantas cosas
dentro soy un vacío. Tal vez te lo has llevado todo… mi ropa, mi pelo, mis
ojos, mis emociones, mí.
Otro día.
El viento
me golpea en la cara, en el cuello, por todas partes. Y sé que cuando vuelvas
voy a caer en toda esa abstracción de nuevo, en los detalles, como cuando
cerrabas los ojos y todo desaparecía. Desenfoco. Me voy. Pienso y
desaparezco de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario