lunes, 30 de mayo de 2016

The city is crying

Vas mirando por la ventanilla mientras los faroles de afuera te iluminan y te hacen un eco de incandescencias en el rostro, y hay una pequeña rendija por donde entra el viento que hace que te azote el pelo en la cara. La oscuridad de un túnel, el rostro cansado del hombre de gorro, el motoquero listo para partir a toda velocidad, ansioso por respirar la libertad. La vuelta, el jazz en el fondo. The city is crying suena, sí, la ciudad llora todo el tiempo. Está claro en las caras de todos, la preocupación, el eterno trabajo, los sueños frustrados, el frío que congela los huesos, las diez de la noche y todavía no puedo llegar a mi casa, las ojeras de los días sin poder dormir, el dolor. La noche muy oscura como mis pensamientos y mi pelo y mi esencia. Esperar la micro eterna porque no existe el auto; el vacío.  

sábado, 28 de mayo de 2016

Parte IV: 04:03

Quizás me he cruzado con ella en la calle, quizás un día me pisó y me pidió disculpas, quizás, algún día, iba a mi lado en el metro y me quedé envidiándola por lo bonita que es. No es que no te tenga fe, pero sinceramente, creo que ni siquiera es una tipa que pueda considerarse bonita. Estoy segura que debe ser una cara de nada, pero inteligente como nadie y con esa gracia que pocas personas poseen.
Te posee a ti y eso es algo, algo grande.
No puedo ni quiero dormir. Quiero observarte así, eternamente. Siento que después de esto ya no va a haber nada más. Que nunca te voy a tener, que al fin y al cabo un día te vas a aburrir y me vas a decir –ya, ahora ándate, como si nada. No es que te crea un insensible, no voy a difamarte, sé que no lo eres, pero sí creo que hay veces en las que estás demasiado inmerso en ti mismo, que estás lleno de mierda y mucho miedo y te dejas llevar por ello; hay cosas que se te escapan de las manos y eso te frustra, te rompe el ego, te desconcierta.
Estoy sentada en tu cama, pero me siento tan cansada ya de tanto pensar que decido acostarme. Estás de espaldas hacia mí y me alegro por ello, porque sin poder explicarte, no me siento con fuerzas para poder verte la cara ahora mismo. No puedo mirarte, pero me aterra pensar que en la mañana todo esto se va a acabar y que tal vez ya no te voy a volver a ver. No sé si después de esta noche voy a poder dormir sola en mi cama. Quiero hablarte, necesito hablarte.
Paso mis dedos por tu espalda, dibujándola. Tienes la piel caliente. Te beso el hombro y me levanto un poco para mirar tu cara. Estás tan sereno que me inunda un sentimiento de melancolía. Ojalá pudieses estar así todos los días. Tal vez las cosas serían diferentes.
Tengo un impulso terrible de despertarte, sólo para besarte y verte mientras me miras. Con un dedo te doy golpecitos en el hombro para que salgas de tu sueño. Lo haces y me miras, desconcertado.
-¿Qué pasa? –me preguntas, con la voz ronca.
-Quería mirarte. –te digo y me sonríes, con esa sonrisa de niño.
Acerco mis labios a los tuyos y te beso, lento. Recorro cada hebra de tu pelo con mis dedos, te siento tan cerca y a la vez tan distante…
-Creo que ya terminamos con esto. –te digo cuando me separo de tus labios. Duele en el alma, en el cuerpo, por todas partes duele.
-¿Qué? –y no sé por qué, pero veo un brillo de miedo en tus ojos.
-Que terminamos con esto. Ya fue, ya fue toda esta mierda. Me harto de todo, no quiero ser la segunda siempre.
-¿Segunda qué? ¿De qué estás hablando? No te entiendo.
-La segunda, la segunda. Sí me entiendes.
-Te equivocas, no lo eres. –me respondes mientras intentas tomar mi mano, pero te alejo, sé que tienes miedo y por eso no quieres que me vaya. No te subestimo, pero te conozco.
No te respondo nada, en cambio, me levanto rápido de la cama, voy al baño y me visto con tu voz detrás preguntándome que a dónde voy, que me quede esta noche, que no vas a poder si te vuelve a pasar otra vez. Y con eso me lo dices todo. Sí soy la segunda y hasta que no te des cuenta de todo las cosas van a seguir igual.

-Llámame cuando ya no estés roto. –te digo. Y escucho el silencio en tu habitación, escucho cómo tus sentimientos se hieren de nuevo como pedacitos despegándose de tu alma. No dices nada y esa es la peor respuesta que puedo recibir. Agarro mi bolso y cierro la puerta, dejando ahí dentro de tu departamento las risas y las cervezas, a Chet Faker y tu tocadiscos, las sonrisas ocultas y los ojos expectantes esperando por más, los labios fundidos y la piel caliente; dejándote a ti.

viernes, 27 de mayo de 2016

Parte III: 00:22

Sleeping naked in the night… canta Chet. Tus labios todavía me besan y así quiero estar contigo. Desnudos, bajo tus sábanas. Quiero dormir en tu cama y que me abraces fuerte, quiero poder mirarte mientras duermes, poder tocarte, tocar tu barba que es lo más lindo que tienes, tocar tu pelo alborotado, que sé que no te gusta que lo toquen. Quiero poder.
-Quédate conmigo. –me susurraste. Y no tuviste que decir nada más, sin ruegos, sin toques. Me lo dijiste y ya me tuviste.
Duermo en tu cama, bajo tus sábanas, contigo abrazándome fuerte por detrás, siento tu olor, tu respiración en mi oído. Te contemplo, como una escultura  que está hecha hace mil años atrás recién descubierta. Toco tu barba, la beso. Toco tu pelo alborotado y me dejas. Te toco el borde de la boca con un dedo y nos fundimos juntos. Nos mezclamos, como uno.    
Ahora estás durmiendo y tu boca se abre muy ligeramente, estoy escuchando tu respiración y miro tus pestañas oscuras que me fascinan. Me levanto y me siento en la cama por unos segundos, observando tu habitación. Las persianas de la ventana son blancas y tu cama es como la de un adolescente todavía, con sábanas azules. Al lado se sitúa un velador con una lámpara y encima descansan unos cigarrillos olvidados.
Me dirijo hasta el baño por el estrecho pasillo de tu departamento y me lavo la cara. El jabón que usas es celeste y me burlo mentalmente por ello. Cuando vuelvo a la habitación estás despierto, mirando el techo. ¿Qué estarás pensando?
-¿Qué estás pensando? –te pregunto, y por alguna razón me tiemblan las manos.
-En muchas cosas, ya me conoces…
-Supongo. –te respondo, y sé que puedes notar el oculto tono amargo en mi voz, pero no dices nada.
No sé por qué, pero ahora mismo siento rabia y tristeza a la vez. Bueno, sí lo sé. Supongo que debes estar pensando en ella y me siento inútil, utilizada. Tal vez ella siempre va a ser como el fantasma acechándote cuando no tengas nada más en qué pensar. Tal vez van a pasar años y ella va a seguir inmortalizada en tus libros y todo lo que haces. Entonces, ¿qué se supone que tengo que hacer yo? ¿Lidiar con eso? ¿Conformarme con lo que sobra de ti mientras me besas, me tienes y la tienes presente?
El problema no es que la tengas presente ahí en tu mente, el problema realmente es que ella está presente en tu corazón y cuando la gente se sitúa en esa parte, tan única y tan delicada, deja sus huellas.
-¿Qué pasa? –preguntas, mirándome expectante.
-Nada. –te respondo con una sonrisa.




martes, 24 de mayo de 2016

Parte II: 23:41

Tu departamento es bonito y pequeño como lo imaginé. Me dices que me siente, que de inmediato traes unas cervezas. El sofá es color crema y al lado de la televisión que yace apagada hay un tocadiscos. Te pregunto si funciona y desde la cocina me dices que sí. Me paro y lo hago funcionar. Suena Petite fleur de Sidney Bechet.
-Toma. –me dices y me tiendes la cerveza. Es asquerosa, nunca me ha gustado, pero no te lo digo.
-¿Me vas a leer, finalmente? –te pregunto. Y sin recibir una respuesta te levantas del sofá y traes tu notebook. Lo abres y miro cómo tus ojos se mueven de un lado a otro mientras buscas en tus archivos lo mejor que tienes. La luz del computador ilumina tu cara, te ves bonito cuando estás concentrado.
Te escucho, con tu cuerpo vuelto hacia mí, con el codo apoyado en el respaldo del sofá y tu mano apoyada en la cabeza. Me lees con esa voz hermosa y yo te escucho, atenta, con la boca cerrada mientras sonrío y cierro los ojos. Sidney todavía escuchándose al fondo.
-¿Te gustó? –me preguntas, esperanzado.
-Me encantó. –te respondo con mi mejor sonrisa. Es verdad que me encantó, me encantó tanto que cuando terminaste de leer para mí me carcomió un impulso de acercarme y besarte. Pero no lo hice.
Me sonríes de vuelta, por primera vez en toda la noche.
-¿Has escuchado a Chet Faker?. –te pregunto. Quiero que me digas que sí.
-Sí, es bueno, pero nada como Baker. –me dices, parándote hacia el tocadiscos.
Comienza Love and Feeling y canto, bajo. Me encanta poder escuchar esta música contigo. Música rara, que nadie conoce y a nadie le gusta. Me miras, yo cantando y tú todavía parado al lado del tocadiscos, con una sonrisa oculta en tu cara. Me miras durante tres eternos segundos y yo me río a carcajadas. Te acercas despacio, muy despacio y de repente me siento perdida, no sé qué va a pasar entre nosotros, no sé por qué estoy aquí; si estoy enamorada de ti o si es sólo algún sentimiento pasajero, no sé nada de ti ni de mí, y tengo miedo. De repente siento mis mejillas mojadas y tu pulgar sobre mi rostro, secándolas, con tu carita de preocupado y tus ojos brillando por la sorpresa.
-Perdóname. –te digo, estoy avergonzada, no quiero mirarte.
-Tranquila, ven. –me acercas a tu pecho y me consuelas así, medio acostados en el sofá de tu departamento. Tu mano acariciando mi cabello y la otra encima de mí, protegiéndome. Tu barbilla descansando en mi cabeza, sin preguntas.

Levanto mi rostro hacia ti, y nos miramos, nos contemplamos, nos observamos, como descubriéndonos. Tu boca se acerca a la mía, y con tu mano en mi mejilla, me besas.

lunes, 23 de mayo de 2016

Parte I: Mayo de 2013; 21:30

Hoy me dijiste que ahora no podías hablar, pero que en la tarde me llamarías y así nos podríamos poner de acuerdo para salir o hacer algo, no sabías. Ni siquiera dije que sí, sólo te miré y te fuiste.
No llamaste, pero me enviaste un mensaje preguntando si podíamos juntarnos en ese café del que te hablé una vez mientras nos contábamos cosas triviales. Te respondí que sí, que perfecto. Vine con mi mejor ropa, mi mejor pelo y mi mejor sonrisa, pero ahora estoy llegando a dicho café y mis manos temblorosas me están jugando en contra. Sé que estás aquí porque veo tu auto estacionado justo afuera. Y puedo verte desde el ventanal, con un libro en la mano y un café olvidado, esperando.
Entro y me miras, me miras y no me sonríes, mientras yo te dedico mi más grande sonrisa porque sé que te gusta. Me lo dijiste una vez. La sonrisa me hace ver bonita, ahora sonrío para ti.
-Te ves bonita.-me dices, y siento toda mi cara caliente.
-Gracias. –respondo, a secas mientras me siento al frente de ti.
Mientras me cuentas cómo fue tu día en el trabajo hoy te miro la boca y no te escucho porque realmente no me importa cómo fue tu día en el trabajo hoy. Quiero saber cómo te sientes, qué piensas cuando me miras. Y tu boca se ve suave.
-Entonces le dije que no me…
-¿Qué piensas cuando me miras? –te interrumpo y te miro directo a los ojos. Miro tus pestañas, largas y abundantes. Algo que desde que te conozco me ha gustado de ti.
Sonríes y cierras los ojos por un momento. Me encanta cuando cierras los ojos porque sé que estás pensando en algo profundo y eso me intriga. –Tienes bonita sonrisa, y eres madura, inteligente. –me dices, ahora con tu cara seria, como diciéndome que de verdad lo crees.
-Hmmm. –respondo, y me río, sin dejar de mirarte.
-¿Quieres que vayamos a mi casa? –me invitas. Detrás de esa corta frase hay más que sólo una invitación para conocer tu casa, lo sé por cómo me miras y me siento más que excitada. No sólo de manera sexual, sino que me emociona.
-Vamos. –me levanto y me tomas de la mano para salir de aquí. Y así, con tu mano sobre la mía nos dirigimos hacia tu auto rojo, parecido al color de mis labios que hoy pinté para ti.


sábado, 21 de mayo de 2016

Pensamiento express:

Todos alguna vez en un momento de nuestras vidas deberíamos poder sentirnos felices. Pero, cuando hablo de felicidad me refiero a esa felicidad real. El sentimiento de sentirse pleno, el sentimiento de saber que sea como sea, puedes volar. Que aunque la lluvia esté por encima de tu cabeza y las cosas en ese momento no sean perfectas, puedes salir con una mochila con tus cosas más importantes y dar el salto. Sentirse seguro, sentirse sin miedo. Que todo lo que está en nuestra mente, aunque sea lo más descabellado que se nos ha ocurrido alguna vez, es posible. Que no existen las limitaciones, que las restricciones que te ponen los demás en realidad no son más que sólo palabras. Todos alguna vez en un momento de nuestras vidas deberíamos sentir que si nos subimos a ese tren y nos perdemos, no va a pasar nada. Que vamos a encontrar el tren que nos lleva de vuelta y, finalmente, las cosas van a ser diferentes. 



sábado, 14 de mayo de 2016

Álibi

Ya que no voy a ser tuya para siempre,
esta noche me dejo ser fumada.
Respírame como en tus sueños,
y yo te exhalo a caladas.

Que lo que se fuma sólo una noche,
no deja marcas contaminadas.
Tú haz que merezca la pena.

 Yo te pongo la coartada.

Poema de Carrete Velado: Poesía y fotografía, Irene G. Punto.