La
gota se derrama contra la ventana. Cae, y sigue cayendo hasta llegar al borde. Se
derrama como cuando dormías y tu pelo quedaba expuesto encima de la almohada. Y
tus ojos conectaban con los míos, nuestras miradas se fusionaban, nuestra
sangre bombeaba, la respiración agitada. Y me cegaban tus ojos que eran tan
penetrantes como sólo podías ser tú. Me cristalizo. Y aun puedo escuchar los latidos
de tu corazón, haciéndose cada vez más fuertes y calientes al contacto con mi
mano. Puedo oír el aleteo de tus pestañas mientras cerrabas los ojos de nuevo,
y se iban como mariposas saliéndote de los párpados. Me acercaba a ti y mis
labios se mezclaban con tu boca curva y llena. Tan sólo eso, tan sólo un roce
que sabía a poder, sabía a gloria.
Te
desnudo con la mirada, te observo como si pudiese ver dentro de ti. Veo un
cielo, un cielo con un millón de galaxias estallando mientras se juntan, como
nosotros; veo los rayos de luz escondiéndose dentro de ti como una puesta de
sol, con el techo anaranjado y las aguas temblorosas mirando desde abajo. Y
todo lo demás es una nimiedad, algo difuso, como una cámara cuando está mal
enfocada. La existencia en nula, no es: parece ser.
La
gota se derrama contra la ventana. Cae, y sigue cayendo hasta llegar al borde.
Luego te dormías.
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