Tu departamento es bonito y
pequeño como lo imaginé. Me dices que me siente, que de inmediato traes unas
cervezas. El sofá es color crema y al lado de la televisión que yace apagada
hay un tocadiscos. Te pregunto si funciona y desde la cocina me dices que sí.
Me paro y lo hago funcionar. Suena Petite fleur de Sidney Bechet.
-Toma. –me dices y me tiendes la
cerveza. Es asquerosa, nunca me ha gustado, pero no te lo digo.
-¿Me vas a leer, finalmente? –te
pregunto. Y sin recibir una respuesta te levantas del sofá y traes tu notebook.
Lo abres y miro cómo tus ojos se mueven de un lado a otro mientras buscas en tus
archivos lo mejor que tienes. La luz del computador ilumina tu cara, te ves
bonito cuando estás concentrado.
Te escucho, con tu cuerpo vuelto
hacia mí, con el codo apoyado en el respaldo del sofá y tu mano apoyada en la
cabeza. Me lees con esa voz hermosa y yo te escucho, atenta, con la boca
cerrada mientras sonrío y cierro los ojos. Sidney todavía escuchándose al
fondo.
-¿Te gustó? –me preguntas,
esperanzado.
-Me encantó. –te respondo con mi
mejor sonrisa. Es verdad que me encantó, me encantó tanto que cuando terminaste
de leer para mí me carcomió un impulso de acercarme y besarte. Pero no lo hice.
Me sonríes de vuelta, por primera
vez en toda la noche.
-¿Has escuchado a Chet Faker?.
–te pregunto. Quiero que me digas que sí.
-Sí, es bueno, pero nada como
Baker. –me dices, parándote hacia el tocadiscos.
Comienza Love and Feeling y
canto, bajo. Me encanta poder escuchar esta música contigo. Música rara, que
nadie conoce y a nadie le gusta. Me miras, yo cantando y tú todavía parado al
lado del tocadiscos, con una sonrisa oculta en tu cara. Me miras durante tres
eternos segundos y yo me río a carcajadas. Te acercas despacio, muy despacio y
de repente me siento perdida, no sé qué va a pasar entre nosotros, no sé por
qué estoy aquí; si estoy enamorada de ti o si es sólo algún sentimiento
pasajero, no sé nada de ti ni de mí, y tengo miedo. De repente siento mis
mejillas mojadas y tu pulgar sobre mi rostro, secándolas, con tu carita de
preocupado y tus ojos brillando por la sorpresa.
-Perdóname. –te digo, estoy
avergonzada, no quiero mirarte.
-Tranquila, ven. –me acercas a tu
pecho y me consuelas así, medio acostados en el sofá de tu departamento. Tu
mano acariciando mi cabello y la otra encima de mí, protegiéndome. Tu barbilla
descansando en mi cabeza, sin preguntas.
Levanto mi rostro hacia ti, y nos
miramos, nos contemplamos, nos observamos, como descubriéndonos. Tu boca se
acerca a la mía, y con tu mano en mi mejilla, me besas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario