martes, 24 de mayo de 2016

Parte II: 23:41

Tu departamento es bonito y pequeño como lo imaginé. Me dices que me siente, que de inmediato traes unas cervezas. El sofá es color crema y al lado de la televisión que yace apagada hay un tocadiscos. Te pregunto si funciona y desde la cocina me dices que sí. Me paro y lo hago funcionar. Suena Petite fleur de Sidney Bechet.
-Toma. –me dices y me tiendes la cerveza. Es asquerosa, nunca me ha gustado, pero no te lo digo.
-¿Me vas a leer, finalmente? –te pregunto. Y sin recibir una respuesta te levantas del sofá y traes tu notebook. Lo abres y miro cómo tus ojos se mueven de un lado a otro mientras buscas en tus archivos lo mejor que tienes. La luz del computador ilumina tu cara, te ves bonito cuando estás concentrado.
Te escucho, con tu cuerpo vuelto hacia mí, con el codo apoyado en el respaldo del sofá y tu mano apoyada en la cabeza. Me lees con esa voz hermosa y yo te escucho, atenta, con la boca cerrada mientras sonrío y cierro los ojos. Sidney todavía escuchándose al fondo.
-¿Te gustó? –me preguntas, esperanzado.
-Me encantó. –te respondo con mi mejor sonrisa. Es verdad que me encantó, me encantó tanto que cuando terminaste de leer para mí me carcomió un impulso de acercarme y besarte. Pero no lo hice.
Me sonríes de vuelta, por primera vez en toda la noche.
-¿Has escuchado a Chet Faker?. –te pregunto. Quiero que me digas que sí.
-Sí, es bueno, pero nada como Baker. –me dices, parándote hacia el tocadiscos.
Comienza Love and Feeling y canto, bajo. Me encanta poder escuchar esta música contigo. Música rara, que nadie conoce y a nadie le gusta. Me miras, yo cantando y tú todavía parado al lado del tocadiscos, con una sonrisa oculta en tu cara. Me miras durante tres eternos segundos y yo me río a carcajadas. Te acercas despacio, muy despacio y de repente me siento perdida, no sé qué va a pasar entre nosotros, no sé por qué estoy aquí; si estoy enamorada de ti o si es sólo algún sentimiento pasajero, no sé nada de ti ni de mí, y tengo miedo. De repente siento mis mejillas mojadas y tu pulgar sobre mi rostro, secándolas, con tu carita de preocupado y tus ojos brillando por la sorpresa.
-Perdóname. –te digo, estoy avergonzada, no quiero mirarte.
-Tranquila, ven. –me acercas a tu pecho y me consuelas así, medio acostados en el sofá de tu departamento. Tu mano acariciando mi cabello y la otra encima de mí, protegiéndome. Tu barbilla descansando en mi cabeza, sin preguntas.

Levanto mi rostro hacia ti, y nos miramos, nos contemplamos, nos observamos, como descubriéndonos. Tu boca se acerca a la mía, y con tu mano en mi mejilla, me besas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario